Desde su llegada al Vaticano, el Papa Francisco abrió las puertas de la Iglesia a los movimientos populares. Inspirado en su vínculo con los pobres, promovió la lucha por tierra, techo y trabajo.

Desde sus primeros días como Sumo Pontífice, Francisco convirtió a los movimientos sociales en protagonistas de su papado. Aquella “opción por los pobres” que abrazó siendo el cardenal Bergoglio en Buenos Aires se transformó en política activa dentro del Vaticano. Con ellos compartió la lucha por la “Triple T”: tierra, techo y trabajo.

Uno de los referentes más cercanos fue Juan Grabois, fundador del Movimiento de Trabajadores Excluidos. Junto al Papa organizó el primer Encuentro Mundial de Movimientos Populares en 2014 y fortaleció una relación que mezcló fe, militancia y compromiso social. Francisco lo apoyó incluso al nombrarlo consultor del Vaticano.

El mensaje del Papa fue claro: no quería pobres domesticados, sino actores del cambio. Denunció la especulación financiera, el hambre, la desigualdad y la cultura del descarte. Propuso una reforma agraria, criticó al capitalismo y reclamó integración urbana real, no maquillaje social.

Durante los siguientes años, el Papa siguió hablando ante los movimientos en distintos encuentros. En plena pandemia, pidió un salario universal para los trabajadores excluidos y defendió su rol esencial. También alentó a revitalizar las democracias y a resistir la indiferencia global.

Para Francisco, la lucha social no fue un gesto simbólico, sino un compromiso profundo. “Tierra, techo y trabajo son derechos sagrados”, afirmó en 2024. Y cerró con un mensaje claro: “Que nadie les apague sus sueños”. Así selló una alianza histórica entre la Iglesia y los olvidados del sistema.